¡Pura vida! Los últimos 4 días estuve en San José participando en la sesión anual del consejo directivo del Colegio del Mundo Unido (United World College), sede Costa Rica. Los Colegios del Mundo Unido (www.uwc.org) son un movimiento de 15 colegios ubicados en distintas partes del mundo y cuyo objetivo es atraer a estudiantes excepcionales, sin importar su origen o estatus, a cursar un Bachillerato Internacional y así promover la paz, el entendimiento y la diversidad internacional.


Como parte del consejo estuve en sesiones de estrategia, infraestructura, recursos humanos, entre muchas otras cosas. Pero, como cualquier otro consejo directivo, uno de los temas centrales fue el financiero y, como sucede en organizaciones sin fines de lucro, la discusión se centró en el tema de la procuración de fondos a través de la filantropía. Es en este punto donde tengo una opinión muy contrastante a la de la mayoría, y las razones las explico a continuación.


La filantropía como la conocemos actualmente, en donde una organización o persona, normalmente con posibilidad económica, dona dinero a una causa, proviene principalmente de países desarrollados como Estados Unidos. Aunque hay un gran debate al respecto, la realidad es que en esos países existe un sentimiento colectivo de sociedad y pertenencia que, desafortunadamente, es muy bajo en gran parte de Latinoamérica. Este sentimiento provoca que la misma sociedad vea a las organizaciones sociales como algo esencial para el entorno y, por lo tanto, el contribuir a su sostenimiento es imperativo.


Y sé que muchos latinoamericanos no estarán de acuerdo conmigo. Pero para probar mi punto basta con ver la depredación de nuestros recursos naturales, los niveles de corrupción, o incluso la limpieza de las calles y áreas públicas. En Latinoamérica tendemos a ver por nosotros mismos, por nuestra familia cercana, por el futuro inmediato, y por nuestra propiedad. Lo que sale de estos límites es ajeno a nosotros y, por lo tanto, no requiere de nuestro cuidado o atención.


Las razones de este fenómeno son muy distintas. Existen muchas hipótesis al respecto, de las cuales no voy a hablar en esta columna. Lo que quiero enfatizar es que este enfoque en lo individual, aunado con muchos otros factores, ha propiciado la gran brecha socioeconómica que es el común denominador en nuestra región geográfica. Aquellos que han sabido aprovecharse del sistema han generado mucho, y aquellos que no, bueno, pues hoy en día no tienen casi nada.


Pero ahora regreso al tema central de esta entrada. ¿Qué sucede cuando una organización no gubernamental requiere recursos para llevar a cabo su misión? Lo más sencillo, como en muchos otros casos, es importar un modelo, que no aplica a nosotros, como es la filantropía occidental. Esto implica identificar a las grandes empresas o personalidades de la región, apelar a su buena voluntad y a su chequera. Para esto hay que pulir una buena historia, que les venda un lugar en el cielo y una indulgencia proporcional al tamaño de su donación.


Pero esto no es funcional, ni sostenible, en la región Latinoamericana pues esto, más que disminuir la brecha social en estos países, la acentúa. Además, por más zonas reforestadas o especies animales protegidas, si las organizaciones no gubernamentales dependen de las mismas corporaciones causantes de la amenaza, tarde o temprano el interés más poderoso prevalecerá.


¿Qué es entonces lo que necesitamos? Lo que necesitamos es crear un modelo propio de filantropía que no dependa de recursos económicos, si no que dependa de la participación de una gran parte de las población en las causas comunitarias. Sólo este cambio generará una verdadera conciencia en quienes participen con otros recursos, como su tiempo, manos o intelecto. Un holandés promedio apoya aproximadamente 4 organizaciones a lo largo de su vida productiva de manera continua, mientras que un mexicano apoya solamente a 0.1 organizaciones. Si le pedimos dinero al que ya tiene le reforzaremos la idea de que no tiene que participar directamente, que con su dinero es suficiente, y la conciencia social nunca llegará. Además esa diferenciación social latente en nuestras calles que grita "yo si puedo y tú no" se perpetuará, y en lugar de cada vez necesitar menos ONG's, cada día necesitaremos más.


Lo que propongo es complicado, puesto que al ver a las organizaciones con alta necesidad de recursos es tentador optar por la donación directa. Pero sólo un sistema de verdadera conciencia, verdadera participación, y verdadera solidaridad, la cercanía social, formará los líderes que requieren nuestros países, y sólo así podremos resolver los problemas que poco a poco nos están poniendo la soga en el cuello.